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mércores, 20 de outubro de 2021

20 de outubro de 2021

 Boas noites e felices soños a todos e todas. Hoxe traducín o relato do mostro do outro día, mandáronme pasalo a galego para participar nun concurso, pero como xa está en castelán aquí, vouno deixar así aquí. O qué si farei é deixarvos unha extensión dese texto, que tiña pensado subir a wattpad, pero como é pequeniño pois de momento nada.

Un monstruo, dijeron. Una leyenda, dijeron. Que incautos son los humanos, con sus palabras extrañas, con sus etiquetas. ¿Acaso soy un monstruo por pedir? ¿Por conseguir comida allí donde puedo? ¿Acaso es delito preservar a la naturaleza, defenderla frente a los hombres? Si eso me hace un monstruo, o una leyenda, o un bicho, entonces que así sea. No importa como digan los humanos, no saben nada de mi, de mi verdad. No saben hablar con el corazón, ni cuidar de lo que los sustenta. No saben defenderse ante la maldad, pero saben utilizarla. No saben utilizar la luz, pero sí el fuego. No saben nada, salvo matar. Salvo el odio. ¡Que incautos! ¡Qué inmaduros! ¿Tales criaturas dominan ahora el mundo?

Los árboles son amigos míos, ellos me ocultan, me hacen leyenda. Ellos hablan con el corazón, me enseñaron a cuidar de la tierra y del mar, a preservar el mundo. Paz, predican. No temen el fuego, no lo utilizan, son sabios, altos y antiguos. No soy su único hijo, pero sí el más diferente. Hay seres más pequeños que yo, ayudando a la naturaleza con su ley, y seres más grandes, moviendo el sol y la luna, todos hijos, todos hermanos. Pero no todos quieren paz. 

Los grandes quieren dominar a los pequeños, los pequeños dominar a los grandes. Todos quieren acabar con los humanos. Pero el fuego es un enemigo cruel, es demasiado para los hijos de los árboles. Solo un Dios pudo crear fuego, y sólo un Dios podría derrotarlo. Nosotros, los seres del mundo, sólo podemos apagarlo o encenderlo, así como los humanos. Ellos se creen dioses, pero no lo son. No están ni cerca. Solo niños, con un instrumento muy peligroso, fuera de su alcance para distinguir la creación de la manipulación. 

Hablando de los dioses, ¿dónde están? Demasiado tiempo ya pasó, su descanso terminó, el trabajo reclama atención. Pero, ¿dónde están? Todavía durmiendo, pueda que para siempre ya. La última vez que los vi, hubo una guerra, ni los humanos estaban, ni los árboles tampoco. Otros seres del mundo, en cambio, perecieron, por desafiar lo que no era de ellos en primer lugar. Lo mismo depara a los humanos, pero sólo si despiertan. ¿Qué hacer para llamar su atención? ¿Qué elixir podrá despertarlos?

Nadie sale de su madriguera. Ni hadas pululan por el bosque, ni gigantes caminan en las tierras, todo por los humanos. Ellos se hicieron señores del mundo, porque nadie quiere salir y decirles que no es cierto. No son señores, sino niños. Los dioses están esperando, durmiendo. Los seres están esperando, agachados. Los demás solo ven, ven cómo muere la tierra, los elementos, los seres. Van pereciendo poco a poco. Y sólo ven. Nadie habla. Nadie levanta la voz. Porque, ¿dónde están los dioses? ¿Y su poder? ¿Y su ira? ¿Dónde están sus armas?

Escondidas, dormidas, agachadas, muertas. No se sabe. Ni se sabrá. No si seguimos escondidos. Es hora de gritar. 

El pueblo tembló ante la ira del monstruo. Su grito resonó en todos los hogares, reverberó por cualquier esquina, los aldeanos sintieron su eco en la sangre. Por un minuto, todo se silenció, en atemorizado estupor. Algo había cambiado por culpa de ese escalofriante suceso, aunque nadie sabía el qué en ese preciso momento. Pero lo sabrían, muy pronto. Y lo lamentarían por años. 

Pues aquella noche, un monstruo apareció en el pueblo para llevarse a los niños. Un castigo, clamaba a los cielos. Merecen un castigo. 

Paréceme bastante apropiado, xa que se achega o samaín. Dulces pesadelos... 

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